Redes sociales y psicología: Funcionamiento y recursos para su uso consciente

Redes sociales y psicología

Hace unos días decidí ver el documental “El dilema de las redes”, una vez terminado supe sin duda que tenía que hablar sobre esto en mi blog. Al día siguiente pensé que sería ideal poder contar con alguien que supiera sobre redes sociales y comunicación y me vino a la cabeza mi querida amiga Teresa Gil López. Teresa escribió su tesis doctoral sobre el impacto que los mensajes de los medios de comunicación tienen sobre las actitudes de la ciudadanía hacia las protestas y los movimientos colectivos. Se doctoró en la Universidad de California, Davis, y actualmente trabaja como investigadora postdoctoral en la Universidad de Koblenz-Landau, en el sudoeste de Alemania. Allí estudia la relación entre el consumo selectivo de información en medios digitales y la emergencia del activismo de extrema derecha en este país. Se lo comenté y ella accedió encantada. 

Actualmente, conocemos los efectos perjudiciales de estas redes en nuestra salud mental, que crean adicción, ansiedad, e intensifican las preocupaciones y malestares en diferentes áreas vitales. Vemos cómo estas dificultades aumentan en las consultas y en nuestras vidas personales, recurriendo a detox de pantallas u otros fenómenos que hemos normalizado para salir de nuestro “enganche”. También, por otro lado, la tecnología nos aporta numerosos beneficios como acortar distancias, conectar con personas con intereses similares o facilitar el acceso a la información. Se trata de una herramienta que nos aportará o restará según el uso que nosotros le demos.

El propósito de esta conversación es por una parte, informar del funcionamiento de estas plataformas de una manera descriptiva, intentando no entrar en juicios de valor y, por otra parte, aportar algunos recursos para un uso saludable de las redes sociales. Creemos que  conociendo y aprendiendo los mecanismos de estas tecnologías podremos utilizarlas de una manera constructiva y saludable para nosotrxs.

Teresa en el Centro de Arte y Medios (ZKM) de Karlsruhe (Alemania)

1. Para empezar: cuéntanos si has visto el documental, ¿qué te pareció?

Sí, lo he visto. Reconozco que en su momento para mí fue algo que ver para entretenerse. Pero, ahora que me has invitado a esta maravillosa colaboración, he tenido la oportunidad de observarlo de un modo más crítico. Considero que es un ejercicio cuidadoso de análisis de las redes sociales y sus múltiples impactos en ámbitos tan diversos como la política, la juventud y el desarrollo o las relaciones interpersonales. Su enfoque es acertado porque presenta la problemática de las redes sociales de manera intuitiva, una problemática que a menudo se ve complicada y oscurecida por los discursos científicos, económicos y político-legales que tratan de articular sus dinámicas. No niego que los impactos de las redes sociales sean complejos, en absoluto. Pero creo que este tipo de contenidos es útil porque llega en un momento en el que la necesidad de ofrecer cierta orientación a los usuarios de las redes sociales se hace muy palpable.

2. ¿Por qué las redes sociales son gratuitas?

A menudo los usuarios nos sorprendemos cuando vemos que la variada oferta de entretenimiento e información que ofrecen las redes sociales somos capaces de disfrutarla de manera completamente gratuita. En realidad, la idea de que esta oferta es gratuita sólo existe si pensamos que los contenidos son el producto que las plataformas ofrecen y que nosotros somos los clientes. Pero esto no es así: en redes sociales, el producto somos nosotros, el usuario. 

Estas plataformas registran nuestra actividad, nuestras interacciones con otros usuarios a través de me gusta, comentarios, etc. pero también nuestra interacción con contenido producido y distribuido por compañías, ya sea de noticias, entretenimiento, o mensajes publicitarios. Todos estos datos se convierten en información que las plataformas pueden vender a las empresas de publicidad que anuncian sus productos en ellas. En la actualidad, esta información tiene un grado de personalización y detalle sin precedentes. Los datos demográficos básicos como nuestra edad, género o lugar de residencia están conectados a otros datos tan específicos como grupos de música que nos gustan, marcas que seguimos o en cuántas noticias sobre política hemos hecho click durante nuestra última visita a la plataforma. Las agencias publicitarias usan entonces esta información para generar perfiles bastante específicos sobre los clientes que usan sus marcas. Así, completan el ciclo ofreciendo publicidad más especializada en los gustos del usuario y por tanto más capaz de llamar su atención. Así que, estrictamente hablando, el producto que venden las redes sociales es nuestra atención. Y el cliente que paga por ella son las agencias publicitarias.

En el mundo de la comunicación, esta combinación entre ser los recipientes del entretenimiento que las plataformas ofrecen y a la vez su producto a menudo se resume en el concepto de playbor, que viene de las palabras inglesas play (juego) y labor (trabajo o mano de obra). Esta palabra captura muy bien la realidad de un usuario que accede a las plataformas buscando entretenimiento pero que a la vez está actuando como un trabajador para la plataforma, en el sentido de que, a través de su actividad, de su tiempo, proporciona un beneficio económico tangible a esa plataforma. Como reflexión final sobre el concepto, existen incluso críticos que proponen que los usuarios deberíamos no sólo no pagar por usar las redes sociales, sino además cobrar por ello.

Imagen de la exposición Big Bang Data en el CCCB © Gunnar Knechtel Photography, 2014.

3. ¿Cómo crees que han cambiado las principales redes sociales desde su inicio hasta ahora? ¿Hacia dónde se dirigen?

Las primeras redes sociales presentaban un diseño muy enfocado en la creación de redes de usuarios, no necesariamente “amigos” o “seguidores” como lo que vemos ahora en Facebook y Twitter, sino más bien alrededor de gustos específicos como la música con la idea de crear comunidades en línea. Ese fue el caso de la estadounidense MySpace, por ejemplo, que fue una de las primeras (se fundó en el 2003, Facebook nació en 2004 y Twitter y Youtube, en 2006). Lo realmente innovador de las redes sociales frente a plataformas anteriores, como blogs o foros, fue que estas plataformas por primera vez conectaban a los usuarios de manera visible. Es decir, que si yo me hago “amiga” o “seguidora” de Pepita, todos aquellos que accedan a mi perfil o al de Pepita podrán ver que estamos conectadas. De ahí surgió la posibilidad de ampliar nuestra red desde los amigos y familiares más directos a los colegas de trabajo, el compañero de clase del instituto del que hacía años que no sabíamos nada o el perfil de Shakira. Luego también existen ciertas diferencias de unas plataformas a otras: mientras que plataformas como Facebook requieren que la relación de amistad sea mutua, es decir que dos personas no pueden estar conectadas si una no acepta la petición de amistad de otra, plataformas como Twitter están basadas en conexiones unidireccionales, es decir que podemos seguir cualquier cuenta sin que ésta nos siga a nosotras. Así que, por lo general, se entiende que el primer tipo representa una conexión más personal o cercana mientras que el segundo tipo es una conexión más bien basada en el interés social.

En cualquier caso, la visibilidad de las conexiones es clave en la organización de las plataformas sociales. Se puede observar fácilmente cómo este mismo principio de visibilidad fue el que propició el cambio de las redes sociales a su forma actual. A medida que los usuarios ampliaban sus redes de conexiones, el interés dejó de centrarse en las interacciones privadas entre amigos — dejar comentarios en el muro, etiquetar a otros en nuestras fotos, etc. — para centrarse en la esfera de las interacciones entre el usuario y los contenidos o productos. Así, actualmente las redes sociales tienen mucha mayor presencia de publicidad y otros elementos comerciales que la que tenían en su formato original. Muchas plataformas incluso han incorporado una sección dedicada a las ventas, en la que el usuario puede adquirir un producto sin necesidad de salir de la plataforma. Claro, es difícil saber cómo serán exactamente las redes sociales del futuro, puesto que estas plataformas innovan constantemente. Sin embargo, a modo de apuesta, me atreveré a decir que el Facebook o el Instagram del futuro se parecerán mucho a una especie de Amazon social.

4. En Instagram hay un fenómeno cada vez más notorio de profesionales de diferentes tipos que continuamente están creando y compartiendo contenido por el cual no reciben remuneración. ¿Qué piensas sobre esto?

Considero que esto es un aspecto de dinámicas más amplias en el ámbito laboral y social pero que sin duda están estrechamente relacionadas con el progreso tecnológico. Por una parte, las llamadas tecnologías de la información y la comunicación se ponen al servicio del mundo del trabajo; facilitan mucho la eficiencia y por tanto pueden contribuir a incrementar la productividad. Por otra, el modo en que Internet y otras tecnologías se han ido desarrollando ha contribuido a una cultura de democratización de la información y con ello también a una cultura de la gratuidad. En parte porque la diseminación de contenidos digitales es tan fácil gracias a estas tecnologías y su costo es por lo general bajo (pensemos, por ejemplo, en lo fácil que es crear una copia de un archivo digital), a menudo pensamos que la producción misma de cualquier contenido es también, o debería ser, gratuita. En realidad hay toda una labor humana y creativa que no está siendo remunerada. Además, las dinámicas de los medios sociales actuales contribuyen a esta idea de que, si uno sigue los pasos iniciales necesarios para adquirir suficientes seguidores, o clientes, es cuestión de tiempo que logre monetizar sus contenidos o servicios. Como decía, personalmente pienso que esto ha de situarse en un contexto más amplio de cambios en el sector productivo y del trabajo que, si bien han aumentado el peso de sectores intelectuales y de conocimiento especializado, deberán ser estructurados y regulados si queremos evitar un aumento generalizado de la precariedad tanto laboral como social.

El lenguaje de los #hashtags ha trascendido las barreras de lo digital para usarse en muchas ocasiones como eslogan de protesta. En la foto, Teresa participa en la conocida como ‘Women’s march’ (‘Marcha de la mujer’) en Sacramento, California. Esta serie de protestas tuvo lugar en Estados Unidos a finales de 2016 y se extendió por todo el mundo gracias a las redes sociales.

5. ¿Hay redes sociales con una perspectiva más humanizada y consciente a las más conocidas?

Sí, actualmente existen iniciativas impulsadas principalmente por profesionales del mundo de la tecnología en colaboración con académicos. Muchas de estas colaboraciones surgen en el mundo anglosajón, aunque no exclusivamente. La gran diferencia no es la perspectiva en sí, sino el hecho de que estas plataformas son alternativas no comerciales, es decir, que pertenecen a la comunidad de usuarios. Algunos ejemplos son Mastodon, Dreamwidth Studios o Element, aunque existen muchas más. Por su naturaleza no comercial, a menudo estas plataformas están relacionadas con el mundo del open source, comúnmente conocido como software libre. Lo que esto significa es que el código de programación de un determinado programa o plataforma está a disposición de cualquier usuario y este puede por tanto contribuir a su extensión, modificación, etc. A menudo, esto contribuye a un desarrollo colectivo y una mejora progresiva de las aplicaciones. En muchas ocasiones, la participación de tantos co-creadores de un modo menos jerárquico es precisamente lo que fomenta la innovación en las plataformas, como que se propongan otros enfoques o diseños alternativos a los que imperan en el mercado. Sin embargo, existen ciertos obstáculos que dificultan la migración de los usuarios de las plataformas más establecidas a estas alternativas. Para empezar, si existen redes sociales que usamos más es en gran medida porque la mayoría de nuestra red de contactos, familia, amigos, etc. también las utilizan. Al fin y al cabo, pensemos qué sentido tendría mantener un perfil de Facebook o subir stories diarias a Instagram si no tuviésemos una audiencia. Sería como hablar solas. Otro obstáculo es que, a veces, estas plataformas alternativas no gozan de un capital económico ni humano inicial tan alto como el de las alternativas comerciales, por lo que nunca logran obtener un diseño tan pulido de su plataforma o se ven obligadas a establecer un precio inicial que el usuario tendrá que pagar para poder utilizarla. Esto puede resultar algo frustrante para el usuario, acostumbrado a las grandes redes sociales que regularmente ofrecen utilidades y funciones nuevas, cada vez más atractivas y siempre gratuitas.

6. ¿Cómo influye el uso de las redes sociales en nuestras opiniones y pensamientos?

Este es sin duda un tema complejo, para el cual no existe aún una respuesta unívoca. Existen casos notables de usos indebidos de las redes sociales con fines políticos, como el de las elecciones estadounidenses de 2016. En este caso concreto, el uso de bots o cuentas automáticas fue el aspecto más destacado: por ejemplo, un estudio de la universidad de Oxford demostró que un tercio de los tweets publicados a favor de Trump, y aproximadamente un quinto de los publicados a favor de Clinton procedían de cuentas automatizadas. Es decir, que estos tweets no procedían de ninguna cuenta personal de un potencial elector sino de herramientas automáticas diseñadas para aumentar el apoyo aparente de la opinión pública a un candidato. Es importante destacar que ni la actividad de los bots ni el diseño de los algoritmos que estructuran las plataformas son dañinos en sí mismos. Pero como ocurre con cualquier tecnología o herramienta, no importa sólo el diseño sino también el modo en que el usuario la utiliza. 

Lo que está ocurriendo ahora es precisamente el resultado de una compleja interacción entre el comportamiento de los usuarios y la actividad algorítmica de las plataformas: por una parte, las redes sociales nos han facilitado como usuarios el acceso a contenidos que nos gustan; nos permiten comentar, difundir o dar nuestro apoyo a otros mensajes a través de me gusta, retweets, etc. También tenemos capacidad de “censurar” ciertos contenidos, bien sea bloqueando publicaciones, indicando que queremos dejar de seguir un perfil o informando de contenido inapropiado/ilegal a los responsables de la plataforma. En definitiva, los usuarios somos selectivos con nuestra exposición mediática: elegimos aquellos contenidos que nos gustan y descartamos los que no. Presumiblemente este mismo comportamiento dicta nuestra dieta informativa: ¿nos exponemos mayoritariamente a opiniones afines a la nuestra? La gran mayoría de estudios parece apuntar a que sí. Las opiniones o informaciones contrarias a nuestras actitudes resultan a menudo incómodas porque, al desafiar nuestro modo de ver el mundo, nos preparan para mostrar reacciones defensivas. Nos producen inquietud y hasta pueden conducirnos a situaciones conflictivas con otras personas (razón por la que evitamos hablar de política en las cenas navideñas). De nuevo, quisiera recalcar que esto no es nada negativo en sí, sino más bien el resultado de un fenómeno muy sencillo, que es que los seres humanos preferimos aquello que nos es familiar o similar a nosotros mismos; esto no implica que bajo cualquier circunstancia rechacemos todo lo que nos resulta distinto o nuevo. Simplemente, aquello que es diferente, novedoso o desconocido requiere cierta adaptación, pero a cambio nos puede traer muchas ventajas y beneficios. Por ejemplo, exponernos a información novedosa u opiniones distintas a la nuestra nos permite, en muchas ocasiones, ampliar nuestros conocimientos o conocer experiencias que nosotros no hemos podido vivir de primera mano. 

Simultáneamente, los algoritmos que gobiernan las plataformas de redes sociales necesitan hacer un trabajo de filtrado y selección de contenidos e información, ya que es imposible que lo veamos todo dado el volumen monstruoso de información al que nos enfrentaríamos. En ese sentido, estas herramientas actúan como un editor, que selecciona qué contenidos van a aparecer en nuestro perfil y cuáles no. Y en este ejercicio de selección, estas herramientas toman en cuenta nuestros comportamientos anteriores y las preferencias que hemos ido articulando a lo largo de nuestra actividad como usuarios de la plataforma. Una vez más, esto conlleva que se potencie la presencia de contenidos que se alinean con nuestras opiniones. Del mismo modo que antes subrayamos la capacidad de personalización de los mensajes publicitarios en estas plataformas, así ocurre con los mensajes políticos, que no son sino otro tipo de comunicación persuasiva. Estos son, grosso modo, los procesos de polarización en los que se fundamentan realidades y conceptos como la burbuja informativa o la cámara de eco.

Las tecnologías digitales también han expandido los usos expresivos y sociales de la imagen. Las selfies, las stories, etc. capturan momentos de nuestra vida que queremos compartir. Esta foto corresponde a un concierto que compartimos juntas en Santiago de Compostela.

7. En este sentido, ¿qué papel juegan las noticias falsas en estos procesos?

A mayores, estos procesos polarizantes, es decir, procesos mediantes los cuales las divisiones o diferencias de opinión entre dos o más grupos se hacen más grandes, se han complicado considerablemente con el fenómeno de las noticias falsas. La desinformación se define como información falsa o engañosa que generalmente es difundida de manera intencionada. Como vemos, no hay nada novedoso en este fenómeno, es algo que siempre ha existido. Más bien, la novedad radica en la magnitud del fenómeno y su impacto social. La aparición de Internet ha cambiado radicalmente nuestro ecosistema mediático, de tal manera que el número de fuentes de información se ha multiplicado exponencialmente. Ahora, no sólo los medios establecidos son capaces de producir y difundir cualquier tipo de información de actualidad, sino que cualquier ciudadano u organización es capaz de hacerlo. No cabe duda de que esta circunstancia ha traído inmensos beneficios en cuanto al acceso a información. Sin embargo, también ha hecho posible que la información sea explotada, como cualquier otro recurso, con fines lucrativos. Desafortunadamente, el lenguaje utilizado por este género de noticias y sus contenidos, por lo general más sensacionalistas y efectistas que los de otros géneros informativos, pero también la acción de bots programados para diseminarlas, convierte a las noticias falsas en mensajes altamente virales, haciendo que alcancen audiencias millonarias en sólo cuestión de días u horas.

8. ¿Para qué le sirve la polarización a estas empresas?

En principio, las plataformas de medios sociales no reconocen obtener ningún beneficio directo de los procesos que hemos descrito. El posicionamiento frente a fenómenos relacionados con la intervención política es uno de dos, dependiendo de la plataforma. Por ejemplo, plataformas como Twitter han incrementado su mediación, implementando funcionalidades de fact-checking o verificación de información, y aplican esta mediación a perfiles políticos de peso como el del ex-presidente estadounidense. Facebook, sin embargo, opta por un supuesto no intervencionismo que alega en defensa de la libertad de expresión cada vez que se le piden explicaciones sobre el impacto político de la plataforma.

Haya o no un beneficio directo, lo cierto es que las plataformas de redes sociales se benefician del uso en sí. Es decir, en última instancia, estas plataformas están diseñadas para maximizar nuestro tiempo de uso. En mi opinión, cualquier fenómeno que tenga lugar en ellas les genera un beneficio y por tanto, una responsabilidad.

Foto tomada en la exposición Big Bang Data (CCCB)

9. ¿Cómo crees que podemos informarnos con espíritu crítico y de forma consciente y presente?

La importancia de educar a los usuarios en un uso productivo y beneficioso de Internet y las redes sociales se está haciendo cada vez más palpable. Yo misma, como usuaria que soy, me encuentro a veces en situaciones de inseguridad o miedo cuando me enfrento a información que no sé si es verídica o, por el contrario, un intento de manipulación. Creo que este es un primer paso muy importante: reconocer que no somos inmunes a estos procesos, que la información falsa, la manipulación informativa, las burbujas de opinión, etc. nos afectan tanto como a los demás. Habiendo hecho este ejercicio de autoevaluación, estaremos más preparados para observar con espíritu crítico nuestros comportamientos en línea y actuar de manera más consciente y respetuosa con los demás usuarios. Para empezar, considero que es muy importante determinar qué clase de acciones nos vamos a permitir llevar a cabo en Internet y redes sociales y cuáles no. Por ejemplo, mientras mantenemos una conversación anónima con otros usuarios, si la discusión se empieza a polarizar y empieza a emerger un lenguaje irrespetuoso. ¿Queremos continuarla?¿Estamos cómodos en ella, lo está nuestro interlocutor? O cuando nos disponemos a subir o compartir un determinado mensaje de texto, foto o vídeo. ¿Cómo va a afectarnos la decisión de publicar este contenido?¿Puede afectar a otros y, si es así, cómo? Con este sencillo ejercicio de reflexión, podremos ser más conscientes del impacto que las acciones personales pueden tener en el mundo digital. Este mismo principio se puede aplicar a todos los demás ámbitos que describimos aquí, no solamente el de la desinformación.

En cuanto a las noticias falsas, yo recomiendo siempre fijarse mucho en el lenguaje que utilizan y en cómo están escritas. Algunas claves sencillas para identificar información falsa o tendenciosa son las siguientes: primero, trata de identificar la fuente de la información así como las fuentes que la noticia cita. A menudo, los mensajes que circulan por WhatsApp u otras redes presentan a “alguien” que ha visto o sabe cosas, pero rara vez lo identifican o es alguien real. Segundo, desconfía de los contenidos que causan reacciones emocionales fuertes, puesto que las noticias están hechas para informar, no para causar temor. Por último, desconfía también de aquellos contenidos que emplean un tono especulador, o te prometen “toda la verdad”. Como consumidores informados que somos, no debemos estar dispuestos a “creer” a nadie, puesto que una información veraz nos dará las herramientas para que la comprobemos por nosotros mismos.

10. ¿Quieres comentar algo más o hacer algún tipo de recomendación?

Me gustaría añadir una última recomendación, quizás la más importante: si dudas de la veracidad de una información, ¡No la compartas! No hay nada que podamos hacer ya para evitar que esta información llegue a nosotros, pero tenemos todo el poder del mundo para combatir su mayor difusión. Una vez más, consideremos de qué modo nuestros comportamientos en redes sociales pueden afectar a otras personas.

Para finalizar quiero agradecer a Teresa por su entusiasmo, su tiempo y por habernos hecho un poquito más libres con esta información que nos ha compartido. Para mí ha sido un placer debatir con ella todos estos temas que espero que sean de vuestra utilidad e interés. Si queréis saber más sobre ella, la podéis encontrar en su página web. Teresa os invita también a que visitéis su iniciativa Yo NO comparto: Red de respuesta a la desinformación sobre Coronavirus, siempre que tengáis alguna duda sobre la veracidad de una información determinada, queráis consultar sencillas claves para combatir la desinformación en redes o simplemente os apetezca contribuir con cualquier contenido de vuestro interés.

1 comentario

  1. Me ha parecido una entrevista que le exige mucho al lector en.su primera parte. Más sencilla y muy clarificadora su parte final.

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